TGIF y para celebrarlo os hablo de George R.R Martin con su Canción de Fuego y Hielo, Alex de la Iglesia y otros monstruos

Canción de Fuego y Hielo, Festín de CuervosHace poco descubrí la maravillosa obra de George R.R. Martin «Canción de fuego y hielo» ahora mismo estoy empezando el cuarto libro «Festín de Cuervos» y metido de lleno en la pedazo de serie que se está emitiendo en estos momentos en España y EEUU que se encuentra en el capítulo 8 de 10, muy recomendable como complemento de lujo a la lectura de esta saga.

El motivo de escribir este artículo es compartir con vosotros el prólogo de Alex de la Iglesia a la edición española de Festín de Cuervos. Alex, transmite a la perfección el sentimiento que produce sentarte delante de esta lectura y disfrutar capítulo a capítulo de una historia inteligente, cruel, en ocasiones malévola y enfermiza. Si después de este prólogo no te entran ganas de comprarte todos los libros y seguir la serie es que no tienes sangre en las venas!!! 🙂

Aquí comienza el Prólogo de Alex de la Iglesía:

¿Hace cuánto tiempo esperábamos algo así? Una saga inteligente, atractiva, formidablemente escrita y dotada de una capacidad adictiva superior a la de la metanfetamina. ¿Cómo puede ser un éxito de ventas una obra que parece más extensa que la Biblia de Jerusalén? ¿Por qué es imposible dejar de leer? ¿Por qué te arrastra la historia como un proyectil teledirigido? ¿Cuál es el secreto? George R.R. Martin no es un escritor como los demás. Su fuente de inspiración no proviene tan sólo del mundo de la espada y brujería, ni del universo Tolkien, ni siquiera de la ciencia ficción. Tampoco se trata de su profunda investigación sobre la Inglaterra feudal y la guerra de las Dos Rosas. Su motor es otro. Estoy hablando de la televisión por cable.

Es difícil de reconocer para los sectores más ortodoxos del público, pero las series de televisión están a la cabeza de la creación audiovisual desde hace ya unos años. El cine no consigue adaptarse al ritmo secuencial que exige el espectador medio, acostumbrado a un bombardeo ininterrumpido de imágenes y estímulos. Las cosas van demasiado deprisa para que entreguemos nuestro preciado tiempo libre, cada día más escaso, a una narración tradicional, autoconclusiva, con personajes de arco evolutivo cerrado. Necesitamos grandes emociones, porque nuestro umbral de percepción cada día es más alto. Por eso triunfan las series de televisión: porque no se encuentran atadas, en principio, a cerrar sus tramas. Siempre puede haber una temporada más que te permita resolver los conflictos que generaste en la anterior. En segundo lugar, los personajes tienen un tiempo infinito para desarrollar su carácter. Un personaje puede sorprender en cada capítulo con un cambio de trayectoria, y como no hay un protagonista diferenciado, cabe la posibilidad real de que este muera. Eso genera una tensión extraordinariamente más poderosa que en el formato «planteamiento-nudo-desenlace» habitual, porque, literalmente, puede ocurrir cualquier cosa.

Y ahí llega GRRM con sus juegos de tronos. Diez años en Hollywood le permiten recoger la información suficiente para intentar lo que para todos es algo nuevo: trasladar la manera de estructurar un episodio de televisión a su formato adorado: la saga de fantasía. Cada novela es como una temporada de la serie. Cada temporada está protagonizada por varios personajes; cada personaje protagoniza un capítulo diferenciado. Los capítulos son siempre breves, de lectura rápida, y de una duración determinada (aproximadamente 10-20 páginas). Eso facilita terriblemente la lectura, que siempre es amena, al pasar, por corte directo, de un personaje a otro. Diríamos que este montaje permite avanzar sin tiempos muertos, consiguiendo un ritmo trepidante.

Aviso al lector: Cuidado, a partir de aquí hay bastantes Espoilers

Pero el éxito de GRRM no se circunscribe a su talento formal, a su habilidad para articular una narración compleja en sí misma, es decir, a su capacidad de realización, edición y producción de la serie; también es un soberbio guionista. Cada novela tiene un punto de giro que obliga literalmente a empezar la siguiente. Los personajes no parecen tener una filiación moral definida. Los que son hipotéticamente legales tienden a un comportamiento caótico. Los claramente malignos sorprenden por su neutralidad. Todos parecen ser cualquier cosa menos buenos, y eso hace maravillosamente verosímil la historia y deliciosamente divertida la lectura. Ya llevamos tres. Tienes en tus manos el cuarto y parece que nos esperan tres más. Da la sensación de que Tyrion nos acompañará hasta la muerte, hasta la suya o hasta la nuestra. Mi adorado enano, inteligente y cruel, aficionado al amor y al sufrimiento, feo y despiadado, noble y pendenciero. Él es mi preferido, no puedo negarlo. Sí, hay docenas de personajes inolvidables: los grandiosos Stark, empezando por Jon Nieve, y su padre, que en paz descanse. Esas mujeres maravillosas: Cersei, Brienne… No quiero contaros nada de esta última entrega. Echo tanto de menos a Tyrion… Seguro que lo sabéis todo de haberlo leído en Internet. Si no es así, mucho mejor. Coged el libro y encerraos en un lugar cómodo y silencioso. O llevaos el libro a cualquier parte y leed hasta en el metro. Disfrutadlo como si se tratase de un amor de verano. Dulce, apasionado, efímero, como todo lo bueno. Sabéis que se va a acabar, y eso os angustia, incluso os aterroriza, pero también sabéis que dentro de un tiempo volveréis, por muy largo que sea el invierno. Promete ser muy, muy largo. Y después, cuando este libro se acabe, que no cunda el pánico: pronto danzaremos con los dragones a la luz de la luna…

Alex de la Iglesia


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