Vamos a dejarnos de tonterías. Red Bull no vende bebida energética, y si crees lo contrario, bueno, es hora de que despiertes, amigo.
Porque la verdad es que Red Bull te está vendiendo una vida que no tienes, ni tendrás.
Así de crudo. Esa lata plateada y azul no es más que un billete de ida a la tierra de los sueños imposibles… o al menos eso es lo que te hacen creer.
¿Qué demonios vende Red Bull?
Cuando piensas en Red Bull, no piensas: «Ah, me voy a tomar una bebida porque estoy reventado y tengo sueño». No. Red Bull te hace sentir que puedes volar. Literalmente. Te hace creer que puedes saltar de un puente, hacer snowboard a lo loco, o cruzar el desierto en un coche destartalado.
Y todo eso, ¿por qué? Porque te venden una maldita sensación de grandeza. Pero lo más gracioso es que lo hacen sin que te des cuenta.
Red Bull ha entendido algo que muchas marcas siguen intentando: la gente no compra productos. La gente compra sueños, emociones, experiencias.
Compramos la sensación de ser especiales. Así que mientras tú te bebes tu Red Bull en la oficina o en el coche, ellos te están vendiendo la fantasía de que en realidad eres un piloto de acrobacias aéreas o un surfista en una ola gigante.
¿Cómo lo hacen? Vendiendo humo (¡pero del bueno!)
Red Bull ha convertido el marketing en un arte, y no precisamente porque te vendan una bebida con superpoderes. No, te están vendiendo humo, pero un humo que huele a victoria, a adrenalina y a todo lo que quieres ser pero no eres.
Ellos no te cuentan los beneficios de la taurina o la cafeína.
A nadie le importa.
Te venden la sensación de que puedes con todo. De que una vez que te tomas esa lata, de repente tu vida es una peli de acción.
¿Y sabes lo mejor? Que te lo crees.
Porque claro, te ponen delante una carrera de aviones, una competición de salto desde un acantilado y piensas: «Si esa gente puede, yo también».
Claro que sí, campeón. Lo único que necesitas es tu latita de Red Bull.
Y mientras tú te sientes el rey del mundo, ellos se llevan el dinero a espuertas.
La gran lección de ventas: Vender es hacer soñar
Ahora, ¿qué puedes aprender tú de esta marca que te ha hecho creer que volar es cuestión de tragarse 250 ml de bebida energética?
Muy simple: Vender no es hablar de tu producto, es hablar de lo que tu cliente quiere sentir.
La gente no compra lo que haces. La gente compra cómo les haces sentir. Red Bull te lo ha demostrado una y otra vez.
No importa si vendes calcetines, seguros o cursos online.
No hables de las características de tu producto.
Eso solo interesa a los que están a punto de quedarse dormidos.
Habla de la transformación que van a vivir.
Habla de cómo esos calcetines les harán sentir como si caminaran sobre las nubes.
O cómo con ese curso van a convertirse en la estrella de LinkedIn que siempre soñaron ser (aunque todos sepamos que lo único que hacen es mirar memes de gatos en horario laboral).
Y ahora, la parte positiva: ¡Tú también puedes dar alas!
Aquí viene el momento bonito.
Porque a pesar de toda la ironía, Red Bull nos deja una lección potente: tú puedes ser el Red Bull de tu industria.
No, no te estoy diciendo que le pongas alas a tu logo (aunque, oye, si cuela, cuela).
Te estoy diciendo que tienes en tus manos la oportunidad de hacer que tu cliente se sienta como un jodido superhéroe.
Tienes un producto, un servicio, una solución.
Y lo que hagas con él puede cambiar la manera en que tus clientes ven el mundo.
Así que deja de vender productos aburridos y empieza a vender sensaciones épicas. Porque cuando conectas con las emociones de la gente, cuando les haces sentir que pueden lograr cualquier cosa, es cuando las ventas empiezan a volar.
Y no te preocupes si no tienes un avión o una competición de motos acuáticas para ofrecerles. Lo único que necesitan es sentir que contigo tienen el poder de comerse el mundo.