Imagina esto: Estoy en el coche, y mi hija de tres años gritando a pleno pulmón porque no quiere ir atada en su sillita. Ahí estoy yo, sudando más que un vendedor a final de mes, intentando negociar con una persona que no tiene ni un gramo de interés en escuchar mis argumentos.
¿Te suena familiar? 😅
A ver, la niña es el cliente perfecto: no quiere lo que le estás vendiendo, no le importa lo que tengas que decir, y no va a aceptar un “no” por respuesta.
Mientras tanto, tú, como buen padre (o vendedor), tratas de convencerla de que es por su bien.
Lo intentas todo: le explicas que es por seguridad, intentas hacerla reír, incluso ofreces un trato —»Si te quedas quieta, te doy una galleta»—. Pero nada. Ella sigue gritando como si fuera el fin del mundo.
Y aquí va la lección: en ventas pasa lo mismo.
1. La lógica no siempre gana
Intentas ser razonable, darle mil argumentos, explicarle lo bueno de tu producto. Pero cuando el cliente no quiere escuchar, da igual si tu oferta es la mejor del mundo.
La niña no quiere saber que la sillita es más segura que andar suelta. El cliente, muchas veces, no quiere saber cuántas características tiene tu producto.
Quiere otra cosa.
2. A veces, la emoción manda
Mi hija no quería escuchar. ¿Sabes por qué? Porque ella estaba frustrada.
Y en ventas, el cliente también puede estar frustrado, cansado o simplemente en modo “no quiero comprar”.
Lo que hace falta en estos momentos no es un argumento más, sino empatía. A veces tienes que ponerte a su nivel emocional antes de intentar venderle nada.
3. No puedes ganar siempre con presión
¿Crees que gritarle a un niño para que deje de gritar funciona? Spoiler: no funciona.
Y en ventas, forzar la situación solo genera más resistencia.
Presionar al cliente para que compre cuando no está listo es como intentar que una niña de tres años disfrute de su cinturón de seguridad. Solo hará que se rebele más.
4. ¿La solución? Dale lo que realmente quiere
¿Sabes cómo la convencí al final?
Le di algo que realmente quería.
No, no fue una galleta.
Fue su juguete favorito, y de repente, magia.
Se relajó.
Porque, al final, el truco está en entender lo que tu cliente realmente necesita.
No siempre es lo que tú crees que es.
A veces es algo simple, algo que no habías considerado, pero que para él tiene todo el sentido.
Así que, si alguna vez te sientes como yo, en el coche, sudando por intentar convencer a un cliente que no quiere escuchar, recuerda: a veces la lógica no es lo que cierra la venta.
La clave está en conectar, empatizar y ofrecerle lo que realmente le importa. Aunque eso implique salirte del guion.
Un saludo (sin gritos, espero)
Cómo negociar con un cliente (o una niña de 3 años en un coche)
P.D.: Si después de esta historia sigues intentando convencer a tus clientes a lo bruto, igual es momento de replantear tu enfoque.
Hazlo más sencillo, más personal, y ya verás cómo empiezan a escucharte.