Recuerdo esos recreos, el sol pegando fuerte y todos corriendo hacia la cancha de fútbol.
Todos, menos yo.
Ahí estaba, sentado en un rincón, mirando.
No porque no me gustara el deporte, sino porque simplemente no me sentía parte de eso.
El fútbol no me llamaba, me aburría. Y ahí, en ese rincón, me sentía desplazado.
Pero no estaba solo.
Junto a mí, siempre estaba Benja, mi amigo de batallas, el único que entendía que no todos tenemos que encajar en el mismo molde.
Juntos, en nuestro pequeño mundo, descubrimos que hay más formas de jugar, de competir, de ser parte de algo grande.
Avanzamos en la vida, cada uno por su camino, pero con esa lección grabada a fuego.
Y entonces, como si el destino nos guiara, nos encontramos en el mundo del Digital Selling.
Sí, ese universo vasto y lleno de oportunidades que se abre ante nosotros gracias a la magia de internet.
Aprendimos, casi por casualidad, en una formación online.
Esa que clickeas pensando «¿por qué no?».
Y vaya si cambió el juego.
De repente, las piezas empezaron a encajar.
El Digital Selling no era solo vender; era entender, conectar, crear.
Era jugar, pero en nuestra cancha, con nuestras reglas.
Descubrimos que, al igual que en aquellos días de colegio, no necesitábamos seguir el juego de los demás para triunfar.
Creamos nuestra estrategia, directa, fresca, desenfadada. Al estilo de los grandes, pero con nuestro sello.
Frases cortas, mensajes claros, conexiones reales.
Eso es lo que nos diferenciaba.
Y funcionó.
Porque en este mundo digital, no importa si eras el que se quedaba sentado en el recreo.
Lo que importa es cómo juegas tus cartas ahora.
Y nosotros decidimos jugarlas a nuestra manera.
Así que, si te sientes desplazado, aburrido o simplemente curioso, te invito a descubrir el poder del Digital Selling.
Porque, al final del día, todos tenemos un lugar en este juego.
Solo tienes que encontrar el tuyo.
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P.D.: Arriba
